Lector, quisiera pasar mi aliento de muerte sobre tu cara. Ponerte los pelos de punta, que tu estómago se llene del vacío como si este fuese una piedra pesadísima que te hace caer. Llenar tu habitación de aire viciado, usado, pesado. Hacerte sangrar para que por la herida se cuele una perturbante historia de terror. Comerte. Vomitarte. Volverte a comer.
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