domingo, mayo 26, 2013

Conocer a un chico en un cumpleaños



(Del lat. fortuītus).
1. adj. Que sucede inopinada y casualmente.
 
    Conocer a un chico en un cumpleaños no es como conocer a un chico en cualquier otra parte. Los cumpleaños celebrados en casas o departamentos o al menos a los que a mí me gusta ir— son reuniones íntimas donde se mezclan amigos de aquí y allá en una única ocasión. Es como si cumplir años fuese la sóla oportunidad que amerita juntar a todos nuestros amigos en un lugar. En un cumpleaños todos son extraños a medias, conocer a alguien en común cotiza alto en el mercado de la confianza.
    La pregunta para abrir cualquier conversación está servida en bandeja de plata “¿De dónde conoces a nombre de quien cumple años aquí?” Entonces es fácil empezar a compartir anécdotas que dan fe de una amistad compartida y las voces se van mezclando con la música mientras los vasos se van llenando de vino. Por un momento da la sensación de que todos podrían ser amigos de todos.
    Si el departamento o casa tiene patio entonces no faltará quien al menos en los cumpleaños que más me gustan comparta sus flores. Entonces la música empieza a sonar como un fondo meloso donde las conversaciones se resbalan de las bocas de los invitados. Las manos se mezclan en los platos con snacks y quizás, quizás nuestra mano se llegue a rozar casi sin querer con la de alguien más.
    Cuando llega la torta, el o la cumpleañera sopla las velas y alrededor los invitados ahora amigos, aunque sea durante lo que dure el evento, festejan y alzan sus copas. Se toman fotos y sigue la fiesta, porque cuando llega la torta ya varios botellas de vino se han vaciado; la reunión ahora es fiesta. Siguen las fotos y algunos empiezan a bailar. Creo que en las fiestas de cumpleaños es todo diversión, si la gente es la adecuada.
    Pero lo mejor que te puede pasar en un cumpleaños es que te guste alguien. Entonces toda la fiesta empieza a girar en torno a ese invitado que llegó tarde y te agarró desprevenida, ya con algunas copas encima. Sabes que las miradas a veces funcionan como imanes pero no puedes creer que de todos los rincones del departamento el invitado se haya sentado justo a tu lado y empiece a hablar contigo. Entonces piensas que tiene una voz sexy y que hace mucho tiempo no habías visto una mirada como esa. Algo importante podría suceder en este cumpleaños. Sabes que este es un encuentro tan especial como fortuito. 
    El invitado, que ha llegado solo, ahora viene contigo a todas partes. Al patio, a buscar un trago, a cambiar la música, a sentarse en el sillón. Entonces el cumpleaños se ha transformado en el lugar perfecto y sólo piensas que no quieres irte sóla, quieres irte de la fiesta con él. Pero el hechizo se rompe cuando la intimidad que antes te agradaba ahora te inhibe, porque no es fácil acercarse más con toda esa luz y todos viéndote. 
    Entonces alguien propone ir a un bar y dices que sí y cuando ya todos están afuera con sus abrigos acordándose de que era invierno, el chico que te gusta dice “yo voy para allá” y en menos de lo que dura chasquear los dedos ya te estás despidiendo con un beso en la mejilla prolongado, pero beso de despedida al fin, sin un número de teléfono, un mail o cualquier tipo de indicio. Estás parada afuera de la casa, con el resto de los invitados que se han quedado, deseando que el cumpleaños no se hubiese acabado nunca. Todos suben a un taxi y van a un bar a seguir la fiesta pero para tí ya se ha terminado porque desde que cruzó la puerta lo único que querías era irte con él, el invitado que llegó tarde al cumpleaños. 

viernes, mayo 17, 2013

Nostradamus


Que se callen las ciudades.
Que en el medio del mar exploten los barcos. 
Que el cielo se tiña de rojo.
Que la selva se trague a los hombres.
Que los volcanes exploten en lava.
Que los animales duerman serenos.
Que el agua corra y que corran también
las lágrimas del mundo.

miércoles, mayo 15, 2013

Hice un verso sin esfuerzo

Y aquí estoy yo otra vez luchando una batalla literaria. Ayer fui a un café con tres buenas amigas en la esquina de la facultad. Carolina, Martina y Sara. Las iba a nombrar con las iniciales de sus nombres, pero sus iniciales no alcanzan, tengo que nombrarlas completas porque así de mucho las quiero. Con nuestros cafés con leche en las manos Sara nos contó sobre un concurso de poesía en el que ganó el segundo puesto. Que meritorio es ganar segundos puestos, creo que es mucho mejor que ganar el primero. El primero es como ese alumno aplicado chupa medias que cumple todas las expectativas del profesor y se saca un diez. El segundo en cambio se ha salido algo, aunque sea un poco, del canon. Hay algo de subversivo en ser el segundo. Mientras Sara hablaba yo divagaba ayudada por la gripe; los estados de enfermedad a veces son alucinatorios: ¿Cómo se aprende a escribir poesía? ¿Se puede aprender? ¿Yo puedo aprender o estoy destinada a escribir vulgares prosas? ¿Por qué nunca he ganado un concurso? ¿Cómo se sentirá ganar algo así? ¿El don de escribir poesías viene acompañado con el don de recitarlas o eso también se aprende? ¿Cómo se sentirá estar un escenario recitando? ¡Wow! Sara puede hacer todo eso y es mi amiga. Me llena de orgullo. Ya en casa, y aun enferma, sin mucho que hacer me pongo a pensar si alguna vez me enseñaron poesía. Recuerdo algunas clases de lenguaje en el colegio. Cámara referencial, veo mi lapiz contando letras, y espacios (sí los espacios también se contaban) haciendo liaçon entre las primeras y la últimas letras de los versos, creo que eran versos y creo que era difícil, que yo no entendía. Y además me puse a pensar ¿Qué se yo de poesía? Yo no se nada de poesía, sólo se que me gusta Walt Whitman cuando dice “I contradict myself, I contain multitudes” en Song to myself. De Alejandra (Pizarnik, claro, cuál otra) me gustan sus diarios. Aunque primero descubrí sus poemas, yo me quedé con su prosa autobiográfica. Y me gusta Sonia Manzano, pero lo que escribe Sonia Manzano no es poesía, esa perversión exquisita de las palabras es inclasificable. También me gusta Lorca y me gusta como Arturo lo recita. Si me esfuerzo puedo escucharlo y verlo en el patio de la casa de su hermana Irene, mi amiga. “Y yo que me la llevé al río, creyendo que era mozuela pero tenía marido”. Sí. Quizás ese fue mi primer acercamiento adolescente a la poesía. Arturo recitándonos a nosotras, un grupo de chicas algo borrachas, algo contentas, vistiendo nuestros uniformes del colegio. Aun así o más así, disfrutamos la poesía y pedíamos más. Pero mi primer-primer acercamiento serio a la poesía es inolvidable, fue de la mano cadavérica de Medardo Ángel Silva, poeta suicida, guayaquileño, nacido en 1898. Lo descubrí en unos recortes del periódico que mi mamá archivaba y que era el banco de recursos número uno cuando yo tenía que hacer algún trabajo especial para la escuela. Recuerdo que la profesora nos pidió redactar una reseña biográfica de algún personaje famoso. Recurrí al archivo de mi mamá y ahí Medardo y yo nos conocimos y me enamoré para siempre de su historia, de su muerte y de un famoso poema escrito para su gran amor no correspondido: Rosa Amada. “El alma en los labios” luego fue canción, pasillo cantado por Julio Jaramillo. El otro poema que me sedujo fue “Ofrenda a la muerte”, sentí que leía algo prohibido, algo que los adultos callaban, pero mi mamá igual me dejaba leer esas cosas. Sentí pena por Medardo Ángel Silva, con sus lentes y su frac en un retrato blanco y negro, quise salvarlo. En el artículo se nombraba a varios poetas suicidas, decía que eran parte de "la generación decapitada". ¿Qué se yo de poesía? nada. Creo que se más de los poetas, de sus vidas y se meterlos en la historia de mi vida, como ahora. Se sentir sus corazones cerca del mío. Se apreciar cuando es distinta, como la primera vez que escuché un poema de Ghèrasim Luca y la profesora de francés tuvo la amabilidad de explicarnos los juegos sonoros de cada verso. “Prende corps”. Tomar cuerpo. Ese poema es el más brillante juego de palabras. Logré conseguir el libro “La fin du monde” un novio me lo trajo de Francia como un especial pedido. Me lo regaló junto a un abrecartas que ya perdí (cuanto lamento haberlo extraviado). Era una edición de esas que no se ven por aquí; libros con las hojas sin cortar. Leerlo implicó un nuevo rito. Y qué decepción tan grande sentí cuando me di cuenta de que mis vagos conocimientos de un francés ya olvidado no eran suficientes para captar los juegos fonéticos en todo el resto de sus poemas. El diccionario nunca me pareció un dispositivo tan inútil, incapaz de ayudarme a jugar el juego. Guardo ese libro con un tesoro esperando encontrar algún día a un francoparlante con la sensibilidad literaria, la voluntad y la paciencia suficientes para ayudarme en la empresa de disfrutar a Ghèrasim Luca. Y muy lejos de su poesía (que era la favorita de Deleuze) está un querido y viejo amigo que conocí en la casa de mis tíos, en mis reiteradas y siempre fascinantes vacaciones a California: Dr. Seuss. Si sus poemas tomaran cuerpo, corps, no serían nada menos que un gigante y rosado algodón de azúcar como una nube. Oh, the places you’ll go! que lindo fue encontrar este libro el verano pasado en la casa de Mónica, en Guayaquil, en un momento en el que lo necesitaba. Me encanta que Seuss haya usado un seudónimo, que se haga llamar doctor ¿doctor de qué? y que haya escrito esos libros extravagantes para niños a principios del siglo pasado. Que avant-garde! Qué arte escribir con rimas las cosas más trascendentales. El que odia las rimas es porque no ha leído a Dr. Seuss o a Lord Byron. ¿Hay algo escrito así en español? ese tipo de poesía no se puede traducir fielmente. ¿Yo leí poesía en español de niña? No lo creo ¿Cuál habrá sido el primerísimo poema en tocar mi oído? ¿Habrá sido poesía así de linda? ¿La poesía de Ghèrasim Luca es post-estructuralista? ¿No tiene centro? ¿Por qué le gustaba tanto a Deleuze? ¿Cualquier cosa es poesía? ¿Todo es relativo? ¿Por qué no se más sobre esto? ¿Será fructífero tomar un curso de poesía o me lanzo a escribir no más? Ya que hace algún tiempo tengo un bloqueo con la ficción ¿por qué no intentar con la poesía? así dejo de escribir tan autobiográficamente. Creo que tengo algunos textos cortos que parecen poemas ¿Lo serán? ¿Los piropos no son también una especie de poesía? Podría contar una historia sobre el primer piropo que recibí en la calle y que me hizo sentir sucia a los once años. Maldición. Otra vez la autorreferencialidad. Quizás lo escriba en forma de rima, o quizás haga todo un poema sobre mí que se llame Song to myself y que empiece así: I celebrate myself, and sing myself/And what I assume you shall assume,/For every atom belonging to me as good belongs to you. Pero eso ya lo escribió Whitman, y además no podría escribir literatura en inglés así quisiera. Cuántas frustraciones de escritora tengo. Quizás la poesía para mí sea sólo un tímido acercamiento, de vez en cuando, como quien no quiere la cosa.

domingo, mayo 12, 2013