—¿La locura es condición de la escritura?
Me reprocho el no haber traído un cuaderno para escribir, como si no supiera ya que la escritura puede llegar en cualquier momento y sorprenderme, desprevenida. El colectivo no llega, en medio de la avenida se está levantando un escenario. Me pregunto a qué espectáculo no iré. Estoy sola. Mi carácter solitario de hija única se regocija en la imaginación continua que facilita el silencio. Soy capaz, si así lo deseo, de imaginarme incluso al perfecto acompañante. Pero hoy no quiero estar sola. Hoy aceptaría el roce de una mano, una caricia tibia. Pero no de cualquiera. No. Ansío esa compañía única, esa capaz de sustraerme del mundo de los muertos y plantarme de lleno en el de los vivos. La calle ya no es calle, el escenario la ha despojado de tráfico. Escribo sentada en la parada de un colectivo que nunca llega y no hay otra metáfora más correcta. He estado cinco horas en una librería y después de sumergirme en los estantes y leer un poco de aquí y de allá me llevo conmigo dos libros perfectos, no he podido irme sin ellos y ¡ay! ¡que caros son los libros! si pudieran transformarse en alimento, o en vestidos, o en zapatos (tengo dos debilidades, los libros y los zapatos). Pero lo son, a su manera, los libros son mi alimento y mis vestidos y mis zapatos. Son la saciedad completa. Un libro o dos libros o tres libros. Quiero leerlo todo. Si supiera que me queda poco tiempo creo que me dedicaría sólo a leer y meterme al mar. Libros, mar, libros, mar, libros, mar. Y de vez en cuando escribir. Y de vez en cuando amar (aunque sería difícil encontrar al que quiera amar sabiendo que a una le quedan pocos días) ¿pero qué estoy diciendo? ¿por qué invoco a la muerte? ¿por qué quiero ser pez cuando todavía puedo estar viva en la superficie? el cielo es el mar ¿cómo será el cielomar de los poetas? quiero que las olas golpeen fuerte contra mi cuerpo para recordarme que no soy nada y a la vez soy algo, algo que se golpea contra una ola. Clarice Lispector ha encontrado la metáfora perfecta para el flujo de conciencia: "agua viva"
Los dos libros que llevo: Los papeles salvajes de Marosa di Giorgio y Agua Viva de Clarice Lispector. (Estoy segura de que hoy cuando me quede dormida Marosa di Giorgio va a salir del libro y va a coserme alas, y de las alas va a salir un hombrecito diminuto, como en su poema).
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