jueves, enero 23, 2014

Ahora qué

Diagnóstico: Síndrome de la post-universidad. 
Centro de Rehabilitación "Sol del mañana"
Habitación 005

Estoy en el centro de rehabilitación de jóvenes con síndrome de la post-universidad. Aquí se supone que nos van a sacar el miedo y nos van a preparar para enfrentar el duro mundo laboral del siglo XXI. 

Por las mañanas desayunamos todos juntos en el comedor. Después salimos al jardín donde nos permiten leer únicamente libros motivacionales. Bueno, también nos dejan leer periódicos pero en grupo, es parte de la terapia para ir adaptándonos al mundo real. Está terminantemente prohibido escuchar música y leer poesía, ambas conductas son sancionadas con el aislamiento. El alcohol y las drogas tampoco están permitidos, pero los duces sí, para la ansiedad. Hay una televisión que sólo pasa charlas TED, esa la compartimos entre todos. 
En la habitación de al lado, en la 006 está Victoria, una estudiante de piano que nunca se ríe. Nos hemos empezado a hacer amigas, a ella se le hace difícil sin la música.
Los miércoles y los viernes podemos recibir llamadas. Mi mamá me ha llamado hoy por teléfono para decirme que no me quiere presionar pero que cuando salga de "Sol del mañana" tengo que saber bien que voy a hacer. Le colgué. Es hora de ir a la terapia individual, hoy tengo que contarle al doctor cómo superé la graduación del colegio. 

Aquí se acaba la ficción y empieza el relato autobiográfico.


Mi mamá me dice que tengo que saber bien qué voy a hacer. Mis planes terminan el día que regreso a Guayaquil. Después de ese día, no se qué voy a hacer. Entonces reconozco esa incertidumbre que dicen que la ataca a una cuando termina su carrera universitaria. Ese "¿Ahora qué?" que siempre pensé que era una invención. Tengo planes en exceso y me cuesta decidirme. También me cuesta creer que lo que planeo se va a cumplir. Será porque como bicho latinoamericano ya aprendí que mucho depende del contexto. Voy a regresar a Guayaquil y cualquier cosa puede pasar. No sé que esperar. Tener tiempo para pensarlo sólo lo hace peor. Cuando decidí venir a Buenos Aires todo pasó rápido. Tenía que terminar el primer año de universidad, seguir con mi trabajo de profesora de inglés y hacer los numerosos trámites en el consulado de Argentina (para eso tuve que viajar a Quito cuatro o cinco veces). En el consulado estaban colapsados de solicitudes de estudiantes y había que ser muy insistente, llamar, pedir que por favor aceleran el trámite, que ya iba a empezar la universidad, que ya tenía mi pasaje de avión, etc. Cuando fui por última vez para firmar mi inscripción al Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires leo en el papel "PSICOLOGÍA".

Ehhhh, perdón, pero aquí dice 'psicología' no 'comunicación', y yo me inscribí en comunicación.
Ah, deje ver. Ah, sí, es cierto dice psicología, pero psicología, comunicación, es lo mismo.

Llanto. Hice una tremenda escena en el diminuto consulado, gritando "No es lo mismo, no es lo mismo", hasta que la secretaria me prometió que harían el cambio de carrera. Recuerdo que mi papá me miraba como diciéndome "te voy a matar", supongo que le enojaba mi falta de carácter y mi actitud caprichosa. Cuando salimos, nos encontramos con mi media hermana. Ella nos preguntó como nos fue, él sólo dijo "se puso a llorar".
Entre el melodrama de la inscripción en la universidad, hacer unos trámites más, conseguir departamento por internet y las despedidas, no tuve tiempo de pensar que de verdad me iba. Sólo me di cuenta cuando ya estaba en el avión, hasta ese entonces todo había sido divertido, incluso los viajes a Quito por un día donde veía a mi papá. Y ahora estaba sola. Sola en el avión como tantas veces antes, pero estaba vez era distinto. Como ahora, tampoco había planificado nada después de la fecha de llegada. Llegaría a Buenos Aires y ahí vería "que trip", pero eso no me daba miedo. Al contrario, me encantaba la incertidumbre. Que rico era tener diecinueve.
Ahora se me hace tan difícil tomar una decisión y cuando la tomo pienso y pienso y pienso y doy vueltas en la cama y no puedo dormir. Como ahora. Trato de no pre-ocuparme (juego de palabras que me enseñó una amiga que va a terapia cognitiva-conductual, muy útil). Pero no puedo. Quiero anticipar mis movidas y sé que no puedo, sé que tengo que llegar, que tengo que estar ahí y ver que pasa, ver "que trip". Es lo único que sé. Podría tener un máster en "gestión de la incertidumbre". En mi tarjeta de presentación escribiría abajo de mi nombre "El futuro siempre es un lugar pantanoso".
Tocará otra vez subirse al avión y no saber que pasará después de ese día. Supongo que sólo se trata de estar abierta a lo que el contexto depare (para no decir "destino"). Supongo, supongo, supongo.

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