martes, junio 02, 2009

Noche


La noche es corta y los búhos se han callado.
El bosque húmedo se hunde en espiral y yo me quedo en medio de la soledad del trópico.
Parada en la nada, con la luz de la luna resplandeciendo en mi hombro, espero paciente al ave rapaz que pronto vendrá a sacarme los ojos.

Ilustración de Andy Kehoe

9 comentarios:

  1. la espera de una ceguera que te haga ver.


    -Como siempre, con olores del trópico-

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  2. "La noche es corta y los búhos se han callado"


    Excelente comienzo de poema!

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  3. Ay diooos! inquietante, aún me corre un escalofrío por la raspa

    Muy bueno, un abrazo

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  4. no se si sera porque el clima aca esta frio, o si fue el ecrito...
    Un beso gigante, no me defraudaste
    jaja

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  5. ME ENCANTÓ TU INFRALINEAS... TAL VEZ PUEDA PUBLICAR ALGO TUYO EN MI BLOG: www.interiorismospatrick.blogspot.com SI TU ME PERMITES... ABRAZOS.

    PATRICIO

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  6. Patricio! creo que nunca me habían publicado en otro blog. Que emoción!!! Por supuesto que puedes publicar algo mio.

    Besos y gracias!

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  7. Anónimo3:24 p. m.

    Me ha gustado mucho tu poema, aunque podríamos hablar más detenidamente en otro momento sobre ciertas cuestiones que me han asaltado al leerlo.
    Te dejo uno propio, espero que te guste.

    La electricidad te hace llorar lágrimas
    eléctricas.
    La luna no puede perdonarte
    brilla en el sueño
    como una herida abierta
    la luna
    la luna del sueño
    se
    vierte
    vierte sobre tu cuello
    tu cuello largo
    tu cuello
    largo como expirar
    sepultado de alquitrán
    hasta la mejilla del cielo.
    Y en la mirada
    en tierra
    los ojos
    los ojos rotos
    los ojos rotos de occidente iluminan
    la superficie nocturna
    de ese ajado cuero limón,
    piel pusilánime por que derrama
    como la promesa de una fuente
    que no puede cesar lamentándose
    litros rojos de fiebre espesa,
    cascada enorme de litros
    encarnados, litros escarlata
    en precipitación
    sin cesar
    litros rojos fluyentes como un manantial
    de catástrofe,
    empapando a su paso bermejo el manto de paño
    que la vieja depositó entonces,
    sobre la llanura yerma de las eras, aquel
    cedazo oleoso añil, de brillantes luces cobre.
    Y en la batalla
    dos legiones de hombres libres
    no cesan en combate
    a bayoneta
    sobre las dunas moradas
    de tu boca
    alborotando olas
    de polvo almizclado,
    palabras largas sin vocales
    atraviesan los tímpanos,
    esporas con garfios de porcelana
    recogen a los vencidos,
    tu espíritu huele a estiercol.
    Y en la colina
    sopla poniente
    espigas doradas contra tu pecho,
    sobre el paisaje vitral
    marrón-violáceo
    de un mar de carne fría,
    mar retorcido y salvaje
    por alcanzar el horizonte,
    mientras lejana
    en el rumor ocre de la marea plástica
    crece una pieza musical,
    venciendo la línea vertical de espuma
    elástica
    entre las ramas de la voz femenina,
    un coro de voces tenores reclama,
    -¡Sumérgete, vida mía...!

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