La noche es corta y los búhos se han callado.
El bosque húmedo se hunde en espiral y yo me quedo en medio de la soledad del trópico.
Parada en la nada, con la luz de la luna resplandeciendo en mi hombro, espero paciente al ave rapaz que pronto vendrá a sacarme los ojos.
Ilustración de
Andy Kehoe
hermoso!
ResponderEliminarhermoso kaos
ResponderEliminarla espera de una ceguera que te haga ver.
ResponderEliminar-Como siempre, con olores del trópico-
"La noche es corta y los búhos se han callado"
ResponderEliminarExcelente comienzo de poema!
Ay diooos! inquietante, aún me corre un escalofrío por la raspa
ResponderEliminarMuy bueno, un abrazo
no se si sera porque el clima aca esta frio, o si fue el ecrito...
ResponderEliminarUn beso gigante, no me defraudaste
jaja
ME ENCANTÓ TU INFRALINEAS... TAL VEZ PUEDA PUBLICAR ALGO TUYO EN MI BLOG: www.interiorismospatrick.blogspot.com SI TU ME PERMITES... ABRAZOS.
ResponderEliminarPATRICIO
Patricio! creo que nunca me habían publicado en otro blog. Que emoción!!! Por supuesto que puedes publicar algo mio.
ResponderEliminarBesos y gracias!
Me ha gustado mucho tu poema, aunque podríamos hablar más detenidamente en otro momento sobre ciertas cuestiones que me han asaltado al leerlo.
ResponderEliminarTe dejo uno propio, espero que te guste.
La electricidad te hace llorar lágrimas
eléctricas.
La luna no puede perdonarte
brilla en el sueño
como una herida abierta
la luna
la luna del sueño
se
vierte
vierte sobre tu cuello
tu cuello largo
tu cuello
largo como expirar
sepultado de alquitrán
hasta la mejilla del cielo.
Y en la mirada
en tierra
los ojos
los ojos rotos
los ojos rotos de occidente iluminan
la superficie nocturna
de ese ajado cuero limón,
piel pusilánime por que derrama
como la promesa de una fuente
que no puede cesar lamentándose
litros rojos de fiebre espesa,
cascada enorme de litros
encarnados, litros escarlata
en precipitación
sin cesar
litros rojos fluyentes como un manantial
de catástrofe,
empapando a su paso bermejo el manto de paño
que la vieja depositó entonces,
sobre la llanura yerma de las eras, aquel
cedazo oleoso añil, de brillantes luces cobre.
Y en la batalla
dos legiones de hombres libres
no cesan en combate
a bayoneta
sobre las dunas moradas
de tu boca
alborotando olas
de polvo almizclado,
palabras largas sin vocales
atraviesan los tímpanos,
esporas con garfios de porcelana
recogen a los vencidos,
tu espíritu huele a estiercol.
Y en la colina
sopla poniente
espigas doradas contra tu pecho,
sobre el paisaje vitral
marrón-violáceo
de un mar de carne fría,
mar retorcido y salvaje
por alcanzar el horizonte,
mientras lejana
en el rumor ocre de la marea plástica
crece una pieza musical,
venciendo la línea vertical de espuma
elástica
entre las ramas de la voz femenina,
un coro de voces tenores reclama,
-¡Sumérgete, vida mía...!