miércoles, agosto 09, 2017

Los caminos del autoconocimiento y la autoeducación

Cuando dejé de trabajar, uno de mis mayores miedos era el de no poder levantarme de mi cama nunca más. Tenía terror de quedarme inmovilizada, sin ganas de nada, petrificada entre las sábanas. De alguna forma, aunque poco sana, el trabajo no me permitía entregarme a las crisis de la forma en que siempre lo había hecho; acostándome en mi cama a mirar espacios en blanco. Pensé que entonces tendría todo el tiempo del mundo para que "el bicho" (de la depresión) se incube y se aloje en mi cuerpo. Sin obligaciones, ese estado casi catatónico podría volver para quedarse. Estaba muy asustada.



Pero no fue así. No por suerte sino más bien por aprendizaje. Unos meses antes de cumplir los 30 la relación romántica que tenía se desmoronó hasta evaporarse. La tristeza fue muy grande pero más grande fue el terror de volver a encontrarme en la situación penosa en la que me puse a mi misma en una ruptura anterior. Estaba determinada a no tocar fondo otra vez y en ese camino fueron llegando a mí muchos aprendizajes que tenían que ver conmigo y con las formas de llevar la vida y entender las relaciones, todas las relaciones, no únicamente las románticas. Esos conocimientos llegaron en forma de personas, de libros, de canciones, de paisajes, de instrumentos musicales, de lanas de colores, de danzas, de plantas, de ritos, de alimentos, de olores. El tiempo que antes había empleado en mirar el techo intentando ser un vegetal ahora se mostraba en su completa disponibilidad.

Una vez fuera del trabajo y superado el miedo de la inmensidad del tiempo, me descubrí a mi misma de lo más ocupada. Igual o casi más ocupada que cuando trabajaba, solo que ahora estaba ocupada en mí. Empecé a ocuparme leyendo, cocinando (bueno, no mucho), practicando yoga, tocando la guitarra, encuadernando, cantando, tejiendo, pasándola bien con amigas, yendo al mar, viajando y también creando proyectos nuevos. Casi todo, puro gasto improductivo. Y aquí estaba mi felicidad.




Mi tiempo no es productivo en términos económicos y por ahora estoy disfrutando de este privilegio, hasta que encuentre la manera de autogestionarme. Descubrí que puedo ocuparme en muchas actividades que disfruto sin sentirme culpable, por fuera de la obligatoriedad de un trabajo o de atender una clase en una universidad. Es la primera vez que me encuentro sin ninguna obligación de ningún tipo. Ahora bien, me imagino que algunxs estarán pensando que mantenerse ocupada es una forma de evadirse. No ha sido mi caso, creo que inmovilizarme era evadirme. En mis actividades cotidianas, me encuentro.

Creo que mucho de esto que me ha pasado tiene que ver con el reencuentro del deseo. Al permitirme hacer todas las cosas que me gustan, sin culparme por no estar haciendo otras cosas productivas, se ha puesto en marcha mi vitalidad, esa alegría muy fuerte y muy profunda de estar viva. Estoy aprendiendo mucho más que cuando estaba en la universidad. Me he entregado al estudio y a la lectura como nunca antes, sin ninguna obligatoriedad de por medio. He tomado cursos de canto, de arte, de narración, de poesía. He leído sobre educación, sobre literatura, sobre filosofía y sobre feminismo. Me he lanzado en una búsqueda voraz de distintos tipos de conocimiento. He descubierto sobre mí misma que me gusta mucho aprender. Muy pocas veces sentí tan fuerte ese deseo como ahora.



Esto que he experimentado en mí misma me hace repensar muchas cosas acerca de la escuela y la educación obligatoria. Mi camino por la universidad ha sido muy tortuoso y aunque me ha dado muchas herramientas intelectuales que agradezco tener, me pregunto que sería de mí si no hubiera sido formateada por la academia. Después de muchos años de estar conectada con el pensar (y un pensar no creador, sino más bien reproductor), estoy empezando a conectarme con mi sentir. Creo que es ese sentir el que me permite relacionarme con el conocimiento desde el disfrute y la creación. Me parece a mí que la autoeducación (que también debería contemplar el autoconocimiento), es la clave. Autoeducación no en el sentido de que podamos enseñarnos a nosotros mismos, sino en el sentido de que está en nosotros ir a buscar los conocimientos que sentimos que necesitamos o queremos. No sé cómo encaja mi rol de maestra con esto. Quizás el papel que nos toca a las educadoras es ayudar a cada quien a conectarse con su deseo y desde ahí abrir los caminos del conocimiento.

Espero que este año solo siga trayendo más aprendizajes. No es que este período haya estado librado de mis crisis, pero creo que ahora cuento con las herramientas para salir más rápido de ellas. Mientras logre estar conectada con mi sentir y siga aprendiendo cosas nuevas, creo que voy por buen camino.

1 comentario: