Empiezo por las manos firmes, que de forma cuidadosa me tocan, me hacen temblar, me recorren y me tienen.
Subo por los brazos que me envuelven, que se estiran pidiendo cerrarme contra todo el cuerpo, que me toman entre ellos cuando nos despedimos, cuando nos volvemos a ver.
Sigo por el pecho que me recibe, que me hace un lugar cuando llega la hora de cerrar los ojos y hundir la cabeza ahí, en el lugar de estar, en mí lugar de estar. Y luego el cuello, donde también es perfecto hundirse y aspirar lo más profundo de su alma.
Después el mentón y una boca que ha de decir siempre la verdad, porque su corazón no conoce otra cosa. Una boca que recibe a la mía con calma, que no se apresura, que me espera.
Al final de todo llego a los ojos y me sumerjo en ellos como si fueran el óleo del más claro azul y yo un pincel que se empapa en su pasión.
Subo por los brazos que me envuelven, que se estiran pidiendo cerrarme contra todo el cuerpo, que me toman entre ellos cuando nos despedimos, cuando nos volvemos a ver.
Sigo por el pecho que me recibe, que me hace un lugar cuando llega la hora de cerrar los ojos y hundir la cabeza ahí, en el lugar de estar, en mí lugar de estar. Y luego el cuello, donde también es perfecto hundirse y aspirar lo más profundo de su alma.
Después el mentón y una boca que ha de decir siempre la verdad, porque su corazón no conoce otra cosa. Una boca que recibe a la mía con calma, que no se apresura, que me espera.
Al final de todo llego a los ojos y me sumerjo en ellos como si fueran el óleo del más claro azul y yo un pincel que se empapa en su pasión.
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