Estábamos tratando de regresar a casa, José Miguel tenía 2 bebés que parecían prematuros en un coche. Caminando, perdidos, nos encontramos de repente en un campo militar rodeado de árboles, no podiamos ver las caras de los militares, ni siquiera sus cuerpos, sólo sus botas formadas en una fila perfecta.
Un grupo de sacerdotes y monjas pasaron a mi lado y entraron a una especie de capilla que habia en el cuartel, que era una especie de casa de caña, esas de campo. José miguel fue al baño con los bebés. Cuando bajó fue a buscar a alguien, algún militar que nos pudiera decir como llegar a casa. Lo vi de lejos preguntar por el Corenel, su apellido era Ramos, habíamos escuchado a unos soldados dirigirse a un tal Ramos con miedo. Yo lo veía desde el balcón de la oficina de caña, lo dejaron solo esperando. Bajé a preguntarle algo que me inqueteaba:
"Y los bebés?"
"Dejé el coche en el baño" y con cara de angustia
dijo que iría a verlos pronto.
Subí a la choza con un escalofrío, tratando de buscar desde arriba el camino a casa, pero era
imposible, solo se veían árboles, como una selva impetrable que había atestado la ciudad. Después de algun rato volví a preguntarle con señas donde estaban los bebés "Me olvidé", lei sus labios. Corrí al baño y los encontre a los dos, diminutos, como dos muñecos de plástico, amarillentos, tirados en el piso del baño inmundo envueltos en sus colchas con
sangre y excrementos. Uno todavía estaba vivo, el otro estaba moribundo, y uno de sus brazos
se le había desprendido y yacía a su lado. Los cargué a los dos, los lavé y los puse en el coche.
Abracé al que seguía vivo, tratando de mantenerlo con calor, sintiendo su respiración contra
mi pecho. Creo que vi señales de vida en el otro, pero ya ni siquiera sabía que veía, era imposible
que siguiera vivo. Solo alcancé a dar un grito llamándo a José Miguel. Quería rogarle que encontrara un camino a casa, que ese lugar encerraba algo espantoso y que el bebé necesitaba ir a un hospital...pero había enmudecido, de mi boca salió un gemido.
Cerré los ojos y de repente me encontré en una discoteca gigante, la música taladraba mis odios.
Estaba rodeada de niñas borrachas e idiotas que se reian a carcajadas. Juan, obeso y ebrio,
las animaba emborrachándolas y besándolas indistintamente. Después de un rato todos decidimos irnos, un "chao" cuando bajé del auto cerró este sueño bizzaro.
Escribes muy bien y lo haces de una manera interesante...
ResponderEliminarGusto leerte
saludos
andrés
wooooow, me encantó el relato, un gran cuestionamiento de la realidad, y mas aún despertarse de esa manera, y en realidad todo el sueño tiene algu ke ver con la discoteca, muchach@s decadentes siguiendo las ordenes del dj a cargo y los "puritanos" llegando a los baños para hacer su fiesta aparte
ResponderEliminarsaludos desde lo oscuro de la noche
Hey, hey...
ResponderEliminarme he perdido un poco de mi blog, pero ya voy a retomarlo!
Este sueño lo escribí a penas me desperté, quería escribirlo para no olvidarlo y poder analizar este laberinto. Disculpas por la mala redacción!
Besos y gracias por pasar :)