lunes, julio 14, 2008

El gran banquete

Un hombre entra a un cementerio. Es de noche, el lugar está solo excepto por la presencia de unos cuantos gatos que bien alimentados para ser callejeros, se relamen frente a una tumba a medio abrir. Camina determinado por un pasillo largo entre los mausoleos hasta llegar a una explanada de tumbas enterradas en el pasto, se detiene, las observa y sigue caminando hasta que ya no hay más tumbas. Consigo lleva una pala, la hunde en la tierra con firmeza y empieza a cavar. Ya casi al amanecer piensa que el hoyo es lo suficiente profundo, se siente en el filo, las piernas colgando para adentro de la fosa y recuerda ese día. Se lanza adentro, se tapa la boca con el pañuelo preparado de forma cuidadosa la noche anterior, aspira la muerte. Esa semana los gatos se engordaron con desilusiones.

1 comentario:

  1. Una prosa precisa entre un turbio olor a exequias.
    Y a ver si le levantas el obligado ayuno a los pobres gatos.

    Un abrazo...

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