Hoy sería un buen día para empezar un
diario. Abrir un cuaderno nuevo, tocar una hoja y sentir su textura
densa entre los dedos. Tendría que ser un cuaderno de esos de tapa
dura y hojas que parecen indestructibles, no tan blancas, no tan
amarillas. Pasar una pluma de esas que tienen crema en lugar de
tinta, y sentir como ruedan casi magicamente las palabras ¡Esa
sensación! Ese plástico que sostienes entre tus manos parece ser
sólo un canal por donde fluye tu lenguaje. Tu mente empieza a
imprimirse entonces sobre las hojas, y eso, de alguna forma, te
aterroriza ¿No tiene algo de definitorio, de determinante, de
inamovible, escribir en un diario? Una única voz de tu memoria,
ahora fija y permanente escrita en tinta.
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