"La diarista no se narra sino que se autorrepresenta en imágenes violentas"
"Me retrato a mi misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco"
La pintura como hazaña de su propia libertad.
El sujeto hace del dolor un instrumento de atorreconocimiento.
Abyecto:
Como bien lo define Kristeva, lo abyecto implica:[…] el surgimiento masivo y abrupto de una extrañeza que, si bien pudo serme
familiar en una vida opaca y olvidada, me hostiga ahora como radicalmente
separada, repugnante. No yo. No eso. Pero tampoco nada. Un “algo” que no
reconozco como cosa. Un peso de no-sentido que no tiene nada de insignificante y que me aplasta. En el linde de la inexistencia y de la alucinación, de
una realidad que, si la reconozco, me aniquila. Lo abyecto y la abyección son
aquí mis barreras. Esbozos de mi cultura (Kristeva, 1988: 8).
La abyección viene a significar la separación de lo humano y lo no humano. Generalmente se refiere a los desperdicios del cuerpo que el sujeto encuentra asquerosos y expulsa lejos de sí mismo. La piel, barrera y protección de lo externo, se rompe en una geografía de cicatrices. El excremento, el esputo, el menstruo, o sea, los desechos del cuerpo, son “imágenes centrales en nuestras nociones culturales/sociales construidas sobre lo horrorífico, (...) las descripciones de los desperdicios corporales amenazan al sujeto, en relación a lo simbólico, como íntegro y característico”.7 Los desperdicios se situarían al otro lado de la frontera, el lugar en el cual ya no se es: el cadáver como el elemento más extremo de la abyección. Según Julia Kristeva, lo abyecto es aquello “que perturba la identidad, el sistema, el orden. Aquello que no respeta las fronteras, las posiciones, los roles”.8 El cuerpo se ha convertido para Kahlo en el espacio donde tienen lugar los horrores más secretos, donde se proyectan las sombras más íntimas, transformándose por ello en un extraordinario icono del aborrecimiento.
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