Estábamos tratando de regresar a casa, José Miguel tenía 2 bebés que parecían prematuros en un coche. Caminando, perdidos, nos encontramos de repente en un campo militar rodeado de árboles, no podiamos ver las caras de los militares, ni siquiera sus cuerpos, sólo sus botas formadas en una fila perfecta.
Un grupo de sacerdotes y monjas pasaron a mi lado y entraron a una especie de capilla que habia en el cuartel, que era una especie de casa de caña, esas de campo. José miguel fue al baño con los bebés. Cuando bajó fue a buscar a alguien, algún militar que nos pudiera decir como llegar a casa. Lo vi de lejos preguntar por el Corenel, su apellido era Ramos, habíamos escuchado a unos soldados dirigirse a un tal Ramos con miedo. Yo lo veía desde el balcón de la oficina de caña, lo dejaron solo esperando. Bajé a preguntarle algo que me inqueteaba: